En una ocasión, mi amigo Juan me contaba que cuando era niño le encantaba volar cometas pero se sentía frustrado si no podía comprarla aunque tuviera el dinero.
Adquirir una cometa dependía del ánimo del vendedor en aquel entonces. Mi amigo no podía pedir el diseño o el color que más le gustara porque nadie le pedía su opinión, solo se vendían las que fabricaba el productor.
Así, con el dinero en mano mi amigo compraba a veces una cometa que ni le gustaba pero esa molestia se disipaba cuando al fin podía jugar.... [Continuar leyendo]