Si hay un entremes o aperitivo que identifica al venezolano en el mundo es el tequeño. La fascinación por este pequeño pasapalo hecho en masa de harina de trigo y relleno de queso es tal, que sencillamente no hay fiesta familiar, reunión corporativa o evento multitudinario –como los partidos de béisbol o fútbol- donde no se le vea. Es un clásico amado por todos, como la arepa. Pero ¿será que un producto tan particular y “sagrado” en la gastronomía criolla se puede “reinventar”?
Esa fue la pregunta que llevó a Gilma de Sandoval a crear, junto a su esposo Gabino, “El Tekeñazo”, un emprendimiento que ha logrado colar la innovación en este tradicional pasabocas, posicionando su marca como líder en el mercado local y escalando a nivel nacional, incorporando brillantes y llamativos colores a la masa, además de ampliar a 250 sabores distintos las combinaciones que presenta en sus productos.
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“Yo vengo de Colombia, donde viví cosas muy duras, pero aprendí cómo es llevar una constante lucha todos los días para subsistir. Hace 25 años llegamos a Puerto Ordaz desde Maracaibo y era una época en la que pasábamos muchas necesidades; yo daba masajes y él (geólogo) trabajaba en las minas, pero siempre decía que en Guayana faltaba algo, como un pastelito para ofrecer como pasapalo. De ahí vino la idea de los tequeños”, relata la emprendedora.
Así arrancaron su negocio, pero la competencia resultaba aplastante. “Estábamos en un momento crítico en la empresa, pero Dios pone las cosas cuando deben ser y de repente, se me ocurrió la idea de transformar los tequeños agregándoles otras cosas en los rellenos, además de queso”. De ese modo, nacieron sus líneas de hojaldre y de masas saborizadas.
Chocolate blanco con almendras, melocotón con queso crema, camarón con queso munster, lomito de res con champiñones, jamón serrano con provolone dulce o queso amarillo con ciboulette y tocino, son apenas algunos de la lista de deliciosos y vanguardistas sabores que identifican la propuesta de El Tekeñazo, ampliada a pastelitos y discos de masa para su preparación casera.
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](/files/2016/05/Tekeñazo-bandeja.jpg)
Ya llevan 8 años de operaciones con su marca, en los cuales pasó de seis a 60 la cantidad de trabajadores que laboran detrás de este emprendimiento, con el cual se sienten muy identificados. “Sin ese capital humano, no seríamos quienes somos hoy, por la dedicación que le ponen al trabajo. Un banco te puede prestar dinero pero esto no se consigue en cualquier parte. Y vemos la empresa como una escuelita, donde nos gusta enseñar hasta al que llega sin saber nada”, afirma Gilma.
Considera que si bien Venezuela atraviesa por una situación coyuntural, hay que verla como una oportunidad. “Ahorita, además de los tequeños, estamos haciendo panes, porque resulta que actualmente las panaderías no lo producen acá, pero el pueblo de Guayana necesita pan y nosotros podemos hacerlo. Hay que aprender a trabajar y vivir para servir, no para quejarse, porque la felicidad es una decisión que nos mueve”, reflexiona.
Por eso, al final de la avenida Las Américas de Puerto Ordaz abrió sus puertas El Tekeñazo café & minimarket, donde desde hace unos años ofrecen con esmerada atención desayunos, almuerzos y meriendas en los que no falta el toque esmerado que le imprimen a sus productos originales, cuyos emblemáticos tequeños han llegado a países tan distantes como Argentina, España o Noruega.
Para Gilma y su equipo, lo más importante es la experiencia de quienes adquieren y disfrutan sus productos. “Yo no recuerdo cuánto ha gastado ningún cliente haciendo una compra, pero sí se me queda grabado en el corazón cuando una persona me dice ‘señora ¡qué ricos sus tequeños!’. Porque cuando trabajas con el amor y siembras el bien, eso es lo que se recoge”, asegura.