Como casi todas las historias de esta era digital, todo comenzó en una red social: Instagram. Así, lo que se inició con la intención de compartir imágenes de los más hermosos parajes naturales del Táchira (Venezuela) se convirtió en un pujante emprendimiento turístico, impulsado por la mejor publicidad: la recomendación por experiencia de los clientes satisfechos.
Víctor Román tiene 19 años, es técnico medio ambiental y actualmente estudiante de derecho en la UCAT; su socio, Yimy Niño, cursa ingeniería civil en la UNET y aún no alcanza la mayoría de edad. Pero que sus cortas edades no los engañen: son los fundadores de Táchira Camp, una iniciativa que organiza caminatas y campamentos con todos aquellos amantes de la naturaleza que quieran dar rienda suelta a su espíritu explorador.
“Empezamos con la cuenta en IG, subiendo fotos del Páramo Las Coloradas, a 3.300 m.s.n.m. (municipio Francisco de Miranda). Cada día aumentaban mucho los seguidores, sin hacer más nada. Y la gente preguntaba: ¿Cómo hago para ir? ¿Cuánto hay que pagar?, refiere Víctor, como el génesis de lo que lo les hizo a ambos verlo como un emprendimiento. “Llevémoslos a estos recorridos y cobraremos lo que sea justificable, porque no pretendemos hacernos ricos con algo que la naturaleza nos da”, relata su reflexión de principios de 2016.
Así, diseñaron las rutas y la primera fue precisamente a Las Coloradas.
“Pensábamos que irían tres o cuatro personas. Pero llegaron 19, con mucha disposición y aunque se sorprendieron mucho por nuestra juventud como guías –quizás hasta se asustaron- al final del día, todos quedaron encantados y eso nos animó mucho a seguir adelante”, comenta.
Luego vinieron los campamentos, con pernocta incluida en medio de esos parajes andinos impresionantes. También comenzaron con el páramo de Francisco de Miranda y fue un éxito, después con La Cimarronera. Tanto, que la promoción “boca a boca” continuó y los empezaron a llamar para entrevistas en medios y para crear nuevas rutas y estadías. Fue cuando decidieron tomar rumbo al municipio Uribante, de donde Víctor es oriundo.
“Aprovechamos –por la sequía- el descenso de las aguas en la represa La Honda, que fue construida sobre Potosí, un pueblo que se desalojó y quedó cubierto por las aguas del embalse. Acampamos junto a la iglesia, que quedó totalmente descubierta y disfrutamos de las cascadas, hicimos paseos a caballo y pesca deportiva, además de ir a Pregonero, que es el pueblo donde nací”, explica el joven emprendedor y agrega que lo han hecho ya en tres ocasiones.
A mediano y largo plazo, esperan concretar alianzas para poder ser guías de grupos más numerosos y recorrer nuevas rutas, aunque ya tienen establecidas las visitas según las temporadas; a La Cimarronera, por ejemplo sólo se puede ir en enero y febrero; Potosí, el parque Las Escaleras, la Laguna de García y el paseo por Pregonero. Y en las Coloradas, vía San José de Bolívar, incluyen reconocimiento de constelaciones durante las pernoctas.
De esta manera, llegó el momento de “enseriarse”. Se asesoraron para cumplir con los deberes formales como empresa y ya están a punto de terminar esa etapa, además de buscar formarse en áreas indispensables para el negocio, como tomar un curso de medicina de montaña y rescate vertical, para lo cual ya están certificados. Consideran que además de hacerlos crecer como guías y ecologistas, Táchira Camp también los hace crecer como personas.
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“Lo que consideramos simplemente un hobbie pasó a ser un sueño hecho realidad: tener nuestro emprendimiento, una empresa propia haciendo lo que nos gusta, impulsando el turismo en el Táchira como parte de la belleza de los Andes venezolanos. Los costos han aumentado, porque la situación económica igual nos afecta, pero vamos a darle la y vuelta: Estamos planificando ahora hacer tours como mochileros”, expresa Víctor.
Están también creciendo como grupo de guías para incorporar a más personas con capacitación para esta labor y aspiran incluir en el futuro canyoning, rafting y más actividades para los amantes del senderimo, el trekking y las caminatas.