Soy periodista de profesión pero docente por vocación. Confieso que llegué a dar clases como una forma de obtener ganancias adicionales, pero he comprendido que mi permanencia en esta área no se debe a las ganancias. Más bien tengo pérdidas, si lo vemos desde un punto de vista comercial porque es una actividad que demanda mucha dedicación; de modo que la retribución económica no suele estar a la par del tiempo y la atención que se le dedica.
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Recientemente me contaba un colega lo que hacía con su sueldo de profesor en esta Venezuela devaluada. Es padre de un adolescente, por lo que la ingesta de este jovencito debía cubrirla a diario: confesaba que al cobrar su sueldo mensual solo compraba un kilo de pan, un kilo de queso y uno de jamón. Nos reímos estruendosamente de su tragicomedia. Y me sentí aliviada, porque esa historia también era la mía.
A estas alturas se preguntarán entonces, ¿por qué sigues en la docencia en un país como Venezuela? La respuesta es sencilla: me motiva ayudar a la gente. Considero que mi propuesta de valor como profesora y tutora de tesistas es darles un ápice de lo mucho que he podido aprender, aportar soluciones y orientarlos en lo que pueda. Todo ello sin duda me genera ganancias incuantificables.
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Por eso puedo entender la paciencia que debe tener un emprendedor que no ve ganancias rápidas o fáciles: porque en todo emprendimiento la motivación inicial radica en entender los problemas reales del futuro cliente y tratar de ayudarlo. Al respecto, Roberto Matute, CEO de Imolko, explica que luego de haber trabajado con muchos emprendedores, considera que una cualidad que destaca entre los más exitosos es que su motivación inicial trasciende la obtención de beneficios financieros.
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“La motivación principal –agrega- es suplir una necesidad que no está cubierta actualmente. Es decir, ayudar a gente que no está siendo ayudada. Alrededor de esta motivación son capaces de crear un negocio rentable, encontrando clientes que están dispuestos a pagar por la ayuda que reciben. El dinero llega porque estás ayudando a otras personas y no al contrario”.
De alguna forma, allí reside el secreto para hacer que una propuesta de valor sea irresistible. Debe haber, por decirlo de alguna manera, una propuesta “holística”, en la que entren en juego diversos aspectos que apuntan a resolver complejidades; no solo es cuestión de ganarse unos centavos.
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En este sentido, la experiencia de Matute es interesante, ya que él mismo nos dice que en los momentos de estrés (cuando uno más necesita dinero, por ejemplo) “es fácil olvidarse de esta motivación”. Nada más cierto. Es ahí cuando el emprendedor “se concentra demasiado en lo apremiante de las deudas, las metas, los compromisos, y se olvida en ayudar a los clientes o prospectos”, refiere Roberto.
Cuando nos desesperamos por las ganancias, también recurrimos a soluciones desesperadas: colocamos en nuestra página web en letras rojas y con signos de exclamación: “Compre ahora”, “Descuentos solo por hoy”… y con esas “patadas de ahogado”, contribuimos al hundimiento de una propuesta que seguramente tenía la potencialidad de un buque de guerra.
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“En vez de eso –aclara el CEO de Imolko- es más productivo dedicarte a ofrecer tu experiencia y tu sabiduría para ayudar a los visitantes (de tu página web o de tu negocio, por ejemplo). De esta manera vuelves a conectarte con tu motivación inicial y con el verdadero sentido de tu empresa”, concluye Matute.
Así que haz como Albert Einstein, que decía: “Nunca pienso en el futuro. Llega demasiado pronto”.
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