Cuando un emprendedor encuentra frente a sí su idea de negocio ideal, es una experiencia casi comparable con una “epifanía“; y como suele pasar con todas las visiones de ensueño, pueden verse muy reales para quien las experimenta, pero se vuelve una misión casi “evangelizadora” cuando se trata de mostrarla como algo posible de realizar ante los demás: se convierte en una cuestión de fe.
Así fue la historia detrás de la creación de el Gran Café Doña Rosa, según la refiere su propietario y principal promotor, Pavel Rauseo. “Hasta el día de la apertura inclusive y después de un año de muchos obstáculos, llegué a pensar que no iba a poder echar andar esto. Pero hoy, cuando lo veo junto a mi esposa, lleno de clientes que siempre vuelven, me doy cuenta de que hicimos bien en insistir”, reflexiona.
Con su emprendimiento entre ceja y ceja, este abogado de profesión vivió lo que muchos no quisieran: tuvo que enfrentar el escepticismo de familiares y amigos ante su proyecto. “Mi familia está llena de comerciantes y cuando vinieron por primera vez al local, sin haber comenzado siquiera la remodelación, me decían: ¿te volviste loco? ¿en qué problema te metiste?. También pasó con mis colegas de trabajo, porque yo abandoné el ejercicio del derecho después de 14 años de carrera en los que hasta hice posgrado… todo por este negocio. Simplemente no lo veían como yo, pero no me rendía”, afirma Pavel.
Y es que todo parecía estar en contra de este sueño, porque cuando consiguió el local en la avenida Anauco de San Bernardino en Caracas, no sólo necesitaba una gran inversión en remodelación, sino que por lo menos otros 4 comercios que se habían instalado allí no duraban en operaciones más de 6 meses, desde una floristería hasta una tienda de ropa infantil; así se lo advirtió la dueña del establecimiento.
Esto no lo detuvo y con el apoyo de su esposa, vendió su vehículo e invirtió en el acondicionamiento del local, además de aprovechar la experiencia de sus cuñados reposteros, para asesorarse y montar el Gran Café Doña Rosa con el propósito de ofrecer un lugar donde las personas puedan disfrutar de un buen café, junto a una exquisita variedad de dulces y galletas para deleitar a todos los gustos.
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Fressier, tartaletas, tiramisú, croissants de chocolate, milhojas, strudel de manzana con queso crema, bombones rellenos, además de mousses de chocolate, parchita (maracuyá) o limón y una gran variedad de pastas secas, son las apuestas más fuertes de la oferta de esta pastelería, además del aromático café en sus versiones más clásicas y las infaltables tortas para celebrar cualquier ocasión. De esta manera, en los pocos meses que llevan operativos, los visitantes se han hecho mucho más asiduos y ya tienen clientes fijos.
Su historia de éxito es la de miles de emprendedores: hoy, quienes conseguían compartir su visión, lo ven con otros ojos porque fue la perseverancia lo que consiguió que su idea de negocio se consolidara. “Y éste será el primero de muchos, porque esperamos seguir creciendo, al igual que con nuestro personal. Yo se les digo siempre: Hoy ustedes están detrás de la barra o en la cocina, pero mañana pueden ser los dueños de su propio establecimiento y esta experiencia les ayudará mucho, porque todos crecemos en conjunto”, asegura optimista Pavel.
Luego de ser el protagonista de esta aleccionadora vivencia y atestiguar ahora el presente de su empresa con satisfacción, además de tener ante sí un prometedor futuro, le preguntamos ¿cuáles son las lecciones más importantes que te ha dejado impulsar este negocio? ¿Qué es lo que hace que la gente regrese al Gran Café Doña Rosa? ¿Cómo identificó un abogado esta oportunidad de negocio con una pastelería? ¿Qué le aconsejas a quienes quieren iniciarse o están comenzando como emprendedores?. A continuación, sus respuestas: